GRADO DE DIFICULTAD: FACIL

Elegir unos buenos pimientos, carnosos y con la piel tersa. Lavarlos con agua fría secándolos bien a continuación. Colocarlos una bandeja del horno en la que quepan holgados.

Hornearlos a media altura con el horno precalentado a 200º, bajándolo un poco transcurridos unos minutos (si utilizamos la función aire caliente contar siempre 10º menos). Les damos una vuelta cada cierto tiempo, a medida que vemos que la piel se va ahuecando y dorando. Cuando estén hechos, lo que dependiendo del tamaño puede llevar unos 40 minutos o más, apagamos el horno y los mantenemos dentro 5 minutos más. Al sacarlos tapamos la bandeja con un trapo para hasta que enfríen totalmente.

Una vez fríos retiramos la piel simplemente tirando de ella y quitamos los corazones y las semillas.

A partir de aquí los tenemos dispuestos para utilizarlos como guste. Simplemente cortados en tiras con un poco de sal gruesa y aceite de oliva están excelentes. Calientes, templados o fríos, con o sin ajo…

Si no los vamos a utilizar en el momento, los conservamos en un recipiente adecuado con el agua que han soltado al hornear una vez retiradas pieles y semillas. En el frigorífico se conservarán varios días. Para más tiempo es mejor congelarlos.

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